Cada video se convirtió en un testimonio visual de la furia de Ragasa y en una ventana para dimensionar la magnitud de la catástrofe que golpeó a Filipinas, Taiwán y el sur de China.
En la actualidad, las formas de relacionarnos están cambiando. Y también las dinámicas emocionales, en las que expresar las emociones parece cada vez más difícil.